
Barnes pertenece al grupo de los escritores que han marcado la literatura inglesa de los últimos años. La presente novela, que posee una calidad inferior a las anteriores del mismo autor, está ambientada en una zona periférica de los alrededores de Londres, el Village, un pequeño mundo cerrado de clase media donde se bebe, se cuida el jardín y se juega al golf o al tenis. En este submundo, a través del club de tenis, Paul, de 19 años, se enamora de Susan, que tiene 48. Surge entre ellos una relación íntima y Paul se convierte en uno más en la familia de Susan, formada por su marido, dominante y despreciado, que mantiene una relación irónica con el muchacho, y dos hijas que estudian fuera del hogar. A una no le gusta el comportamiento de su madre, aunque la otra no lo ve con malos ojos. Paul, hijo único, mantiene una distancia cada vez mayor con sus padres que, sin comprender la nueva amistad de su hijo, tampoco muestran ninguna autoridad para terminar con ella.
El autor presenta unos personajes un tanto vacíos y una sociedad superficial, con unas formas de vida que carecen de sentido. Y es que “todo el mundo tiene su historia de amor. Aunque fuese un fiasco, aunque se quedara en nada y nunca funcionase, aunque de entrada todo hubiera sido puramente mental: no por eso era menos real. Y era la única historia”. Barnes desarrolla un monólogo en el que va disparando contra todo y contra todos, en una sociedad que, si bien es difícil y espiritualmente está muerta, él no contribuye a mejorar. En este mundo, no tiene cabida Dios o la trascendencia. La caridad o la ayuda se reducen a solicitar los servicios a los que se tiene derecho. Plantea temas interesantes en un mundo demasiado cerrado en sí mismo para encontrar soluciones. Ahí están la muerte, la soledad o el abandono; y las soluciones, con el pesimismo derrotista del escritor, son siempre las mismas: el aborto, el suicidio, la eutanasia o el alcohol.