El conocido autor norteamericano que es profesor de Ciencia Computacional nos presenta en este libro una defensa de la atención, y su propuesta es muy atrevida y fecunda pues apuesta por dejar de lado las redes sociales para poder dar prioridad al trabajo intelectual profundo, al trabajo a fondo. Es una invitación a transformar la propia vida laboral, hacer muy bien el propio trabajo.
Llama a este trabajo “deep work” y lo entiende como la capacidad de concentrase sin distracciones en una tarea cognitivamente exigente. Desde el principio subraya que vivimos en un mundo hiperconectado y amante de la multitarea. Su objetivo es mostrar que cuando se refuerza la capacidad de concentración, alejándose de las dispersiones tecnológicas se logra mayor éxito profesional y al mismo tiempo una vida con sentido, una vida bien vivida que conduce a la felicidad.
El subtítulo nos muestra el desarrollo del libro: Las cuatro reglas para el éxito en la era de la distracción. Destaca la omnipresencia del trabajo profundo en las personas influyentes. El trabajo profundo es difícil y el superficial es fácil. Sin embargo, desde una perspectiva neurológica un día de trabajo superficial resulta agotador y perturbador aunque haya sido divertido.
El trabajo profundo crea valor. Es aquel que no es sencillo de replicar porque requiere una capacitación previa que no se improvisa. Contrapone el trabajo profundo con el superficial que no es despreciable pues se requiere siempre en cualquier profesión. Éste está constituido por tareas que no son exigentes desde un punto de vista cognitivo, tareas de tipo logístico, que se pueden ejecutar en medio de distracciones.
Son muy elocuentes las ideas, testimonios y estadísticas que presenta para mostrar que las herramientas en la Red nos están llevando de lo profundo a lo superficial porque son adictivas, ejercen un impacto negativo en el cerebro, producen hábitos viciosos y a veces impiden entender lo que dicta el sentido común. La concentración intensa facilita el trabajo del sistema neurológico relevante. También hace ver cómo, en su propia vida, su compromiso con lo profundo ha dado frutos: no tiene presencia en las redes sociales, no navega por internet, es un esposo y padre presente en su familia y cada año va publicando un mayor número de artículos académicos.
Las dos aptitudes esenciales para prosperar en nuestra era son la capacidad para dominar rápidamente cosas difíciles y producir en un nivel superior, tanto en lo cualitativo como en la rapidez. Ambas se basan en la capacidad de trabajar a fondo. La concentración intensa, además, no deja espacio para pensar en nada irrelevante ni para preocuparse por otros problemas. El trabajo a fondo genera un estado de florecimiento mental que hace que la vida valga la pena.
Las cuatro reglas prácticas son una síntesis de lo expuesto en la primera parte con la ayuda de estrategias para vivirlas. La primera es trabajar con profundidad. Buscar un espacio donde haya silencio, donde no haya interrupciones y crear rutinas y rituales para mantenerse en un estado de concentración ininterrumpida. Pueden ser de varios tipos: dividir el tiempo por bloques; periodos del calendario solo para trabajo profundo, según sea cada persona. Lo importante es que haya una planeación exigente y realista que siempre será flexible. El hábito del descanso es importante: se trata de diversificar el trabajo para recargar energías. Tener una hora fija razonable para terminar el trabajo diario y cortar hasta el día siguiente. No aceptar horarios agotadores, no extenderlos a las noches ni a los fines de semana.
La segunda regla es abrir las puertas al aburrimiento. El fondo es liberar a la mente de la dependencia de la distracción para que se pueda concentrar. Aprender a desconectarse sin huir totalmente de la red. Evitar a toda costa el internet en el horario del trabajo profundo. Programar el horario del uso de internet tanto en el trabajo como en el hogar y ser exigente para no conectarse fuera de ese tiempo.
La tercera regla es alejarse de las redes sociales. Estas herramientas fragmentan nuestro tiempo y reducen la capacidad de concentración. Son servicios diseñados para seducir al usuario y luego vender su atención e información a los publicistas. Sólo acceder a ellas en caso de que sus impactos positivos superen los negativos. No usar internet como entretenimiento sino buscar una alternativa de mayor calidad.
La cuarta y última regla es eliminar lo superficial. Las tareas logísticas, administrativas, y similares cada vez quitan más tiempo y atención a las personas que se dedican al trabajo intelectual y son menos vitales de lo que parecen. El objetivo no es prescindir del todo de ellas pues es imposible, sino manejarlas con cuidado sabiendo que causan daño a la concentración.
La conclusión es muy clara: la capacidad para concentrarnos es una destreza que permite hacer cosas valiosas. Una vida concentrada es la mejor que existe.
Es una lectura ágil, asequible para todos. Se recomienda ampliamente a todas las personas que desean tener una labor más profunda, a quienes están atrapados por las redes sociales, a las nuevas generaciones que viven pendientes del smarthphone y a todos aquellos que no saben cómo planear su horario para rendir más y mejor.