
En su último libro, Michael J. Sandel, filósofo moral, profesor de Filosofía Política en Harvard y Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, realiza una acerada crítica a lo que denomina meritocracia: una sociedad organizada en torno al éxito, que puede estar, en teoría, al alcance de quien tiene talento y tiene acceso a los estudios universitarios. Aunque su análisis social se centra en la experiencia de las universidades norteamericanas, su contenido resulta bastante extrapolable a muchos más países. La crítica de Sandel posee varios ángulos. Por una parte, rechaza que sea cierta la idea estadounidense del “ascensor social”; el supuesto de que cualquier persona, con independencia de su punto de partida en la escala social, puede llegar allí donde le lleven su talento y su esfuerzo. Argumenta el filósofo que Estados Unidos se encuentra cada vez más lejos de que esto resulte realmente así.
Pero no sólo esto. Sandel considera que la vinculación moral que se establece entre mérito (académico) y reconocimiento económico y social resulta perverso, pues la otra cara de la moneda es que quien fracasa es culpable de sus pocos ingresos y de no estar en condiciones de llevar una vida digna. Resulta muy interesante su propuesta de repensar el bien común e incorporar el trabajo –sin necesidad de que se posea un título universitario- como fuente suficiente de ingresos y de estima social. En opinión de Sandel, una sociedad justa es aquella en la que todos –no sólo las élites políticas y universitarias- podemos participar de la conversación acerca del bien común y en la que todos podemos contribuir mediante nuestro trabajo a su realización. Es así como cualquier trabajador, sostiene Sandel, puede obtener la estima de la sociedad y sentirse parte activa del bien común.
No obstante los elementos tan positivos que el libro contiene, habría que cuestionarse si su crítica moral del mérito resulta completamente acertada. Desde luego representa un buen antídoto frente a la ética del éxito que caracteriza a nuestras sociedades y, en ese sentido, la prevención de Sandel puede ser muy saludable. Pero los peligros ciertos de cierta mentalidad meritocrática quizá no son suficientes para privar al mérito de todo valor moral como parece dar a entender.