
Durante mucho tiempo en la educación se puso como criterio el coeficiente intelectual para medir el desarrollo y para predecir el éxito personal y profesional. La razón es clara: es un criterio fácil de medir y de interpretar. De todos modos, en los últimos tiempos se ha visto que, si bien es un factor a tener en cuenta en el desarrollo de la persona y en su educación, son muchos más los factores a tener en cuenta: las capacidades de relación, la resiliencia, el trabajo en equipo, el desarrollo artístico y deportivo, etc., donde la parte emocional juega un papel fundamental. En este libro el autor nos presenta la importancia de la educación de los sentimientos para llegar a un desarrollo completo de la personalidad.
La parte emocional es importante en el desarrollo de la personalidad. Las últimas investigaciones apuntan a que las personas que gozan de una buena educación afectiva son personas que se consideran realizadas, que viven su vida con satisfacción, y aprovechan mejor sus talentos, aunque no sean superiores a las de otros que no han podido desarrollarlos por falta de esa misma educación en los sentimientos. La educación afectiva se dirige a descubrir el modo inteligente de armonizar mente y corazón, razón y sentimientos, o sea, una educación en virtudes, donde la persona pueda conocer el bien, quererlo, y tender afectivamente hacia él.