Un grupo de padres deciden veranear juntos con sus hijos en plena naturaleza de aquí nace esta extraña alegoría que presenta la lucha descarnada y absurda entre padres e hijos, dos mundos opuestos, sin comunicación entre ellos, con un desprecio de los jóvenes hacia sus progenitores que presentan una imagen desoladora e incomprensible de frivolidad y alcoholismo. Desde el principio los hijos hacen su vida aparte y, de hecho, deciden no saber quien es el padre de quien. Los sucesos se suceden, el cambio climático que no puede faltar en una novela premiada y políticamente correcta hace lo demás para desembocar en una catástrofe social con graves tragedias personales.
Por si faltase algo, y esto da título al relato, un niño de nueve años, sin ninguna forma religiosa, encuentra una de esas biblias preparadas para niños e interpreta de inmediato el libro sagrado, así con una visión panteísta, Dios es la naturaleza, Jesucristo la ciencia y el Espíritu Santo la acción.
Decepcionante planteamiento, lleno de tópicos, carente de sentido que destruye la familia por principio, dando pábulo a personajes sin nivel intelectual, con la aparición de unas personas buenos, llamados ángeles, sin demasiada trascendencia pues salen por donde habían entrado. Decepcionante y absurdo apocalipsis difícil de imaginar, ni en el peor de los sueños.