
Uno de los escritos más preciados de la primerísima literatura cristiana es la carta que Clemente, obispo de Roma, dirigió a la comunidad de Corinto con ocasión de una revuelta contra los presbíteros legítamamente establecidos. En la primera parte desaprueba la discordia y la envidia que estaban surgiendo en la comunidad cristiana de Corintio a finales del siglo I. Exhorta a la penitencia, a la piedad y a la humildad, ofreciendo consideraciones sobre la bondad y la omnipotencia de Dios. La segunda parte trata de la jerarquía de la Iglesia, y en ella Clemente expone una teología preciosa sobre el origen de los ministerios en la Iglesia. Es un documento de suma importancia para la doctrina de la sucesión apostólica y del primado de la Iglesia de Roma.