Se trata del primer libro traducido al castellano de Roberto Pasolini, sucesor de Raniero Cantalamessa como predicador de la Casa Pontificia. Se trata de una humilde y útil herramienta para iniciarse en la oración. Empezar desde el corazón, escuchar, acoger, purificar la mirada, no tomar las cosas demasiado en serio, comprometerse, dejarse llevar, reconocer el amor..., son algunas de las claves para recuperar el arte de la oración en nuestras vidas. La oración es uno de los lugares privilegiados –probablemente el único– donde debemos intentar recomponer la fragmentación de nuestro vivir y de nuestro sentir.
Para Pasolini la oración supone un doble baño de realidad:
Primero aceptar la verdad de lo que somos alejándonos progresivamente del ideal de lo que nos hubiera gustado ser. El itinerario recorrido por Pedro es el destino al que todo camino de oración orienta a quien a él se dedica con sinceridad y fidelidad. Cuanto más nos sumergimos en la oración, más debemos estar dispuestos a reconocer nuestras luces y nuestras sombras, suspendiendo cualquier juicio fácil.
El segundo baño de realidad en el que nos sumerge la oración se refiere, en cambio, a la identidad de Dios. Si bien escudriñar el rostro del Todopoderoso es uno de los deseos más arraigados en el alma humana, hay que estar dispuestos a aceptar que su imagen puede revelarse de forma muy diferente a lo que son nuestras expectativas: menos hostil de lo que tememos, pero también menos poderoso de lo que ingenuamente pensamos.