El escritor Pedro Mairal (Buenos Aires, 1970) quiere mostrar cómo a través de unos rollos de tela pintados, que ocupan cuatro kilómetros, se puede reconstruir una vida. Se trata de Juan Salvatierra, pintor mudo y autodidacta que dejó a sus hijos su obra, que le había costado 60 años. El super cuadro está en el Museo Röel holandés. Salvatierra permaneció siempre oculto, en silencio y dejó, sin firma, esta obra monumental. Casi nadie en su tierra, sabía que pintaba.
"A los nueve años tuve un accidente casi mortal con un caballo. Me salvó la cocinera. El médico me regaló unas grandes acuarelas inglesas que despertaron mi inquietud artística". Antes de su muerte sus hijos le preguntaron que haría con las telas. "Sonreí y les dije: No importa, yo disfruté. Mi hermano Luis y yo - ya cuarentones- pedimos una subvención para un museo, con sus 60 rollos de tela. Buscamos dar una salida a la magnífica obra que le dará una cierta fama póstuma y ha suscitado ya el interés de un museo holandés, que ha enviado dos técnicos para digitalizarla". Se encuentra almacenada en un galpón, en un taller abandonado del pequeño pueblo de Barrancales, a orillas de un río fronterizo con Uruguay, donde vivió la familia.
Miguel, divorciado, agente inmobiliario y con un hijo, se interesa más vivamente que su hermano por el rescate y puesta a punto del descomunal lienzo sin firma, obra de toda una vida. Es como un diario íntimo de su padre. Todos los rollos tienen escrito por detrás el número que ocupan en la sucesión y la fecha en que fueron realizados. Pero falta uno, 1961, ¿por qué no está? "Sobre un delicado tejido emocional, esta revisión le sirve a Miguel para evocar su relación con su padre, el pasado fasmiliar, y el suyo propio". La búsqueda del rollo que falta determinará, en buena parte, la orientación del argumento. "¿Cómo fue la vida de mi padre? ¿Qué sabemos de nuestros padres?"
La novela está bien escrita y su lectura resulta interesante. Tiene algunos detalles sensuales y algún apunte erótico.