Saber mirar es saber amar

[Saber mirar es saber amar]
Año: 
2014
Género: 
Público: 
Editorial: 
Minos
Ciudad: 
México
Año de publicación: 
2014
Páginas: 
219
Valoración moral: 
Género: Pensamiento
Sin inconvenientes.
Requiere conocimientos generales en la materia.
Lectores con formación específica en el tema.
Presenta errores doctrinales de cierta entidad.
El planteamiento general o sus tesis centrales son ambiguos o se oponen a las enseñanzas de la Iglesia.
La obra es incompatible con la doctrina católica.
Calidad literaria: 
Recomendable: 
Transmite valores: 
Contenido sexual: 
Contenido violento: 
Lenguaje vulgar u obsceno: 
Ideas contrarias a la doctrina de la Iglesia: 
La calificación de las distintas categorías proviene de la opinión de los colaboradores de Delibris

El objetivo del libro como indica el subtítulo es Educar para la contemplación. El autor afirma que es una tarea contra corriente en nuestro mundo de dispersión, frenesí y productividad. Es el camino para recuperar el pensamiento sapiencial y con él, la paz del alma y el sentido de la vida. Se trata de moldear la mente y el corazón del educando de modo que se conforme a su verdad más alta. Solo así haremos justicia a la verdad sobre la persona humana, que es un espíritu encarnado invitado a endiosarse.

La obra consta de seis capítulos, un epílogo y varios apéndices. Los dos primeros son más teóricos, explican quién es el hombre y qué es la contemplación. El tercero constituye el medular del libro, se centra en la pedagogía de la contemplación. El cuarto habla de contemplar la verdad. El quinto de la belleza y el sexto se refiere a la connaturalización con el bien. 

Algunas ideas que resultan muy fecundas son: el educador ha de hacer un planteamiento de máximos y su primera misión es respetar a quienes educa, en la esfera de la libertad y del amor; es importante enseñar a vivir en el silencio y hacer con los educandos ejercicios de recogimiento interior; para conocer la verdad hay que hacer propia la realidad y trascender las capas exteriores del psiquismo humano para acceder al corazón; la atención personalizada significa que a partir de conversaciones dirigidas, se logre en el que aprende cuestionamientos profundos que inviten a respuestas desde la intimidad personal.

Un posible itinerario es comenzar la jornada con unos minutos de silencio, leer breves párrafos de pensamientos espirituales o motivacionales para llegar a la reflexión, y al final hacer un breve escrito, o un intercambio de ideas; ayudar a los alumnos a desentrañar el simbolismo de la liturgia; de modo especial será de gran incidencia para la vida contemplativa resaltar el misterio, por ejemplo, subrayando lo que la ciencia que se transmite no sabe sobre ese tema; recuperar la capacidad de asombro y con ella la actitud agradecida. 

Transmitir la convicción de que existe la Verdad, y que no está sujeta a discusión; mostrar la gama de relaciones que las ciencias guardan con Dios; enseñar a apreciar la belleza en la naturaleza; destacar las potencialidades que ofrece cada una de las bellas artes; teatro, poesía, creación literaria, pintura, dibujo, música y canto; enseñar a hablar y a escribir con fluidez; anotar reflexiones u ocurrencias casuales; conveniencia de llevar un diario; redactar las comunicaciones con Dios; reeducar el deseo: enseñar a saborear las alegrías auténticas de la vida, como la familia, la amistad, la solidaridad con quien sufre, el amor por el conocimiento, el arte, la renuncia al propio yo para servir al otro; ayudar a educar las pasiones con ejercicios prácticos; ejercitar los hábitos buenos desde la óptica del amor; formar la conciencia para que pueda escuchar la voz de Dios; abrirse al encuentro; aprender a leer mensajes no verbales; plantear la vida como donación; fomentar procesos de connaturalidad. 

El conocimiento por connaturalidad brota de las profundidades del amor, del centro de la persona o del corazón. El amor es fuente de conocimiento, conocemos muy bien lo que amamos. El amor va más allá de la inteligencia, pues ésta se detiene en el umbral, sin transponerlo. Con la semejanza, el amor puede penetrar plenamente en la Verdad, porque la capacidad de captación del amor sobrepasa la de la pura inteligencia. Es también un compromiso, un impulso, una búsqueda. Algo así como la apertura del corazón que se abre a una nueva realidad. Porque la contemplación busca llegar al fundamento último de todo vivir según la interioridad que concentra todas las facultades en orden a extraer la Verdad, la Belleza y el Bien de la realidad creada. Solo puede aprender a asombrarse quien tiene viva la receptividad y la capacidad de sorpresa, quien está dispuesto a dejarse des-concertar y des-quiciar, es decir quien acepta poner en entredicho sus propios conciertos y quicios. 

Un contemplativo es una persona feliz porque ha encontrado el sentido de su existencia. Por eso es capaz de transmitir a los otros el amor a la vida, que es tan contagioso como la angustia. No se trata de una felicidad clamorosa, sino de una tranquila serenidad y una tensión esperanzada, fruto de haber asimilado el dolor y las dificultades de la vida. La genuina alegría solo se extrae de la fuente perenne donde tiene su origen: la contemplación de la verdad que se esconde en el misterio del hombre y en los misterios divinos, la verdad elevada poco a poco y saboreada en el profundo gozo espiritual de la razón, que desprendida de las múltiples apetencias sensibles, es capaz de verter en los demás el tesoro de su saber contemplado. Enseñar a contemplar es enseñar a ver con el corazón. Es penetrar de puntillas en el misterio.

Autor: Marcela Navarro Hernández, México
Fecha de actualización: Dic 2022