El Autor aborda el discurso sobre la muerte humana en los siguientes autores marxistas: E. Bloch, R. Garaudy, M. Machovec, V. Gardavsky, A. Schaff, L. Kolakovsky y E. Morin. Se trata de una selección de textos comentados. Desde el punto de vista del pensamiento antropológico del Autor, quizás el capítulo más interesante sea el último, dedicado a resumir los principales problemas y aporías de la antropología y thanatología del llamado marxismo humanista. Ruiz de la Peña subraya que es imposible una auténtica antropología que no esté basada en el reconocimiento del Creador; por ello es injustificable el que los autores estudiados rechacen el tomar en serio la cuestión de la existencia de Dios y, tras exponer que sólo la doctrina cristiana sobre la resurrección es capaz de solucionar los interrogantes que la muerte plantea al hombre, muestra lo absurdo que es hablar de un ideal de justicia sin aceptar que esta justicia ha de llegar para todos, también para los muertos: de ahí que, al sugerir caminos para la prosecución del diálogo con estos autores marxistas, el Autor abogue por poner de relieve la doctrina cristiana de la resurrección: "La tesis de la inmortalidad del alma constituyó durante mucho tiempo para la teología una tentación irresistible, y se ofertó como verdad racionalmente demostrada y vinculante. Ahora bien; sin bascular ahora al extremo contrario de negar tal tesis, hay que dejar claro que la respuesta cristiana al interrogante de la muerte no es la inmortalidad del alma, sino la resurrección de los muertos" (p. 206). En segundo lugar, propone que los teólogos obvien "en sus reflexiones el mitologismo evasionista tan lúcidamente denunciado por Feuerbach, que escamotea las dimensiones antropológicas de nuestro tema, para entregarlo intacto a la llamada escatología individual" (p. 207); afirmación esta que puede resultar un tanto injusta, no sólo para los teólogos a los que se alude, sino de frente al propio Feuerbach. La posición de este no se debe a ningún escándalo ante un "mitologismo evacionista", sino que se encuentra en plena coherencia con su radical y lúcido ateísmo, que pretende convertir la política en religión, y al Estado en providencia y señor absoluto del bien y del mal, de la vida y de la muerte de los ciudadanos.
Por lo demás, es evidente que, según la doctrina cristiana, lo que constituye la victoria sobre la muerte no es la inmortalidad del alma, sino la resurrección de los cuerpos. La resurrección aniquila la muerte porque restaura lo que la muerte destroza. Pero esta doctrina parece pre-exigir la inmortalidad del alma, pues la resurrección es algo distinto de la mera inmortalidad y también de la aniquilación-nueva creación.
L.M.S. (1991)
Muerte y marxismo humanista. Aproximación teológica
Valoración moral:
Género: Pensamiento
Sin inconvenientes.
Requiere conocimientos generales en la materia.
Lectores con formación específica en el tema.
Presenta errores doctrinales de cierta entidad.
El planteamiento general o sus tesis centrales son ambiguos o se oponen a las enseñanzas de la Iglesia.
La obra es incompatible con la doctrina católica.