Esta narración de 50 páginas gira en torno a la escollera traidora donde naufragó un navío de la Armada Invencible y que alimenta tradicionalmente la codicia de los que viven a costa de los barcos que se destrozan en esa zona. Los lugareños llamas “juerguistas” a esos peñascos que en los momentos de tempestad producen unos aullidos enloquecidos, de juerguistas ebrios, que presagian la muerte de los incautos que se aventuran por la zona.
El relato, como es usual en Stevenson, termina abruptamente en pleno climax de tensión. Como hoja de ruta para el lector, éste habrá de tener en cuenta la confesión calvinista de los ribereños: como es sabido, el protestantismo excluye la existencia del purgatorio por coherencia con el principio de la sola fides y, por eso, los protestantes no rezan por los difuntos. Nadie bajo mi techo rezará por los muertos es la frase que llamará la atención de un católico, cuando la encuentre en boca de un piadoso calvinista escocés en el momento álgido del relato breve.