
Maalouf recrea en esta obra la historia de Mani, el hombre que, en el inicio de la era cristiana, difundió una doctrina universal, conciliadora de tres religiones, el cristianismo, el budismo y el zoroastrismo. Viajó por todo el medio Oriente predicando su doctrina a los todos los que le fueron siguiendo como discípulos. Conoció el Imperio Sassanida gobernado por el rey Sapor, que le protege contra los magos, que le odian de muerte.
El autor pretende con esta obra recordar un personaje olvidado, que en el siglo III proponía una nueva visión del mundo profundamente humanista y audaz, que fue perseguida por todos los imperios y por todas las religiones. De hecho, el maniqueísmo propone un sincretismo religioso, con la intención de pacificar las distintas civilizaciones, pero a costa de distorsionar la verdad.