Como indica el subtítulo del libro es un tratado de las complicaciones humanas escrito con un gran sentido del humor, con ironía sobre el modo como se comporta el hombre, en especial en sus relaciones con Dios. El conocido autor español, escritor de muchas obras de espiritualidad y de contenido teológico, apuesta por la sencillez, por la simplicidad y tiene mucho ingenio para invitar a los lectores a abandonar el “racionalismo” exacerbado a base de caricaturizar, en breves apartados, las “complicaciones filosófico-teológicas” y de la vida ordinaria en que caemos los hombres con mucha frecuencia.
El hilo conductor es el informe sobre los seres humanos que tiene que redactar un ángel ligeramente “bizco” que fue enviado a la tierra con esa misión; después de quedarse perplejo al conocer a ese animal bípedo, autoconsciente, versátil y neurótico que piensa, ama y sufre complicadamente, concluye con un antiguo proverbio judío que es muy elocuente: “el hombre piensa, Dios ríe”. Algunos de los temas que toca son: la fe, la oración, el amor de Dios, la justicia, la pobreza, la riqueza, la visión beatífica, la libertad, la alegría, la infancia espiritual, la convivencia, el juego, la humildad, el orgullo, la religión, el sufrimiento. Cuando se refiere a las complicaciones de la Iglesia quizá lo podría haber hecho con más respeto y sentido sobrenatural para evitar que las personas con poca formación y sin entender el propósito del autor, puedan criticar a la jerarquía. Hace una fuerte burla a la clericalización de la Iglesia como institución.
El libro está estructurado en siete capítulos que el autor llama círculos y cada uno de ellos consta de varios apartados. En general es muy ameno, pero como es largo, hay algunas repeticiones y puede hacerse un poco densa la lectura al final. Puede ser de utilidad para las personas que han estudiado filosofía y teología y qué suelen ser excesivamente académicas. Contiene muchas anécdotas simpáticas que sirven para ilustrar algunas cuestiones en la docencia o en conferencias.