Drama de hondo simbolismo, en dos actos, estrenado en Madrid en 1970, con un reparto que se limita a cuatro personajes. La acción se desarrolla todo el tiempo en una pequeña playa, con una vivienda sumaria, un chiringuito anejo y un almacén en el que se guardan sombrillas, patinetes, barquitos y otros instrumentos deportivos. Victoria, viuda dueña de las instalaciones, tiene a Pablo como socorrista y empleado para todo. Las olas depositan en la playa a Tana, una chica joven aparentemente muerta, que pronto se recupera y se empeña en acompañar constantemente a sus salvadores. De vez en cuando asoma a escena Dan, anciano comerciante del pueblo vecino, que les suministra provisiones y arregla desperfectos.
Con estos elementos, Salom monta una fábula que ejemplifica, como los mitos griegos, las dimensiones antropológicas más profundas: Victoria es la vida, Pablo el eros, Tana (¡Tanatos!) la muerte, y Dan, Dios omnisciente y providente. Todos los diálogos del drama están cuidados para suministrar una segunda intención, la valiosa, que subraye al espectador el juego de los ideales humanos, de forma coherente con el ideario cristiano. Sólo en una ocasión, a la hora de plasmar el apego de Tana-muerte por sus víctimas (los que viven, Victoria en este caso) el diálogo, aparentemente sensual, entre las dos mujeres, puede hacer pensar a un espectador poco perspicaz que se trata de un caso de homosexualidad. También requeriría madurez la posibilidad de que en algunas escenas el montaje escénico abuse del naturalismo exhibicionista.