
Desde el inicio de esta pequeña obra maestra de la gestión empresarial queda claro que la paradoja del título consiste en que “para liderar hay que asumir una profunda actitud de servicio”. El autor no tiene inconveniente en presentarse él y en presentar sus sugerencias en términos de confesionalidad católica.
James C. Hunter, en los años de la primera edición del original era asesor en una empresa cercana a Detroit (USA) dedicada a la formación de ejecutivos. Actualmente imparte conferencias sobre su especialidad: la formación de directivos. La lectura de su libro, cercano a prontuario, es muy entretenida, pues sus consejos los incluye en una trama casi novelesca, en la que John, un empresario al borde del fracaso (laboral y familiar) realiza un cursillo dirigido por Len Hoffman. Este Len es un monje, simpático y sabio, líder nato que, tras una serie de triunfos deportivos y profesionales, se retira a un monasterio pero mantiene intacta su experiencia de ejecutivo y ayuda a jefes inexpertos a hacer bien las cosas. Durante una semana, John convivirá con cinco profesionales, de diversos credos religiosos, e irá comprendiendo, acerca del trato a los demás, lo que en el fondo no es más que el espíritu cristiano de amor al prójimo trasladado a la vida profesional. Len se expresa con claridad: lo mismo sigue ideas de Viktor Frankl o C.S. Lewis que señala los defectos del materialismo de S. Freud. La argumentación es siempre convincente, respetuosa con la libertad religiosa, y se ilustra con anécdotas divertidas.