
El inspector Kostas Jaritos y su esposa Adriani sufren durante el Covid, como todos en Atenas, por las restricciones sanitarias. Todo el mundo vive encerrado en casa e incluso los criminales parecen estar en paro forzoso. La vida del inspector gira en torno a su nieto y las comidas familiares. La hija lucha para mantener el bufete donde los clientes disminuyen y los ingresos son casi nulos. El yerno se enfrenta al aumento de turnos de trabajo en el hospital y regresa a casa cansado y con mal humor.
La mayoría de las tiendas y de los bares permanecen cerrados, y muchas personas están, en todos los sentidos, al límite. A nadie le sorprende que la tasa de suicidios haya aumentado. Y, sin embargo, Kostas Jaritos no acaba de entender que un anciano de noventa años escriba en su carta de despedida: «¡Viva la conjura de los suicidas!» después de aludir a la soledad y la miseria en que vivía. ¿Hay algo más detrás de esta muerte que pura desesperación? ¿Y qué podría desencadenar esta nota entre una población al borde de sus fuerzas y de su paciencia, y muy susceptible a las vacunas y las restricciones?
Kostas Jaritos tiene que investigarlo. Así consigue conocer aspectos inéditos de Atenas y, sobre todo, el espíritu de resistencia de sus habitantes.
Hay conductas, como asesinatos a sangre fría, que se califican claramente de inmorales. El tono es correcto. El autor describe la vida de la familia del inspector donde unos y otros se ayudan a superar los inconvenientes que la pandemia trae consigo.