
Se trata de un libro que sin duda recoge el legado del profesor Jorge Peña Vial, profesor emérito de la Universidad de los Andes, Chile, tras 33 años dictando la cátedra de antropología filosófica.
La línea directriz de esta obra -que tiene el dinamismo de un ensayo, pero que también puede servir como manual porque aborda las cuestiones centrales de antropología- radica en la unidad, en la conjunción en la y, no copulativa sino adversativa, en la unidualidad. Se trata de una verdadera antropología cristiana que se juega en serio por la unidad de naturaleza y cultura, phisis y logos, cuerpo y alma, sujeto y objeto, naturaleza y libertad, razón y sentimiento, cerebro y mente, libertad y verdad, inteligencia y voluntad (son algunos títulos de sus respectivos capítulos). Pascal buscaba un método paradigmático que fuera común al espíritu y al ser y considera que en la conjunción radica la verdad, la riqueza, la plenitud y también algo de misterio en su inextricable unidad. Lo difícil no es armonizar los contrarios, ni siquiera asumirlos, sino determinar cuál es el lugar de uno y del otro en la armonía de la verdad. Si bien siempre hay dualidad, hay que evitar el dualismo, si hay unidad debemos evitar el reduccionismo. La idea de determinar el lugar de los opuestos en la unidad del ser no es la de Hegel. Para Pascal, en cambio, la unión de los contrarios se lleva a cabo en una estructura jerárquica, no por yuxtaposición y oposición, no por confusión o absorción, sino por continuidad y conciliación. La integración en Pascal no sitúa los opuestos en el mismo plano, sino que hay una estratificación según órdenes distintos. Se deben acoger todas las verdades, para acogerlas verticalmente y alojarlas en los niveles convenientes, evitando la disyunción y el reduccionismo. Constantemente tenemos que unir sin confundir, distinguir sin separar. En epílogo conclusivo se aventura a considerar que la Encarnación no es solo un dato de la Revelación sino una estructura profunda de la realidad.
Quizás el mayor logro de este libro sean los abundantes y selectos textos de los que se ha valido y citado. Queda claro que se ha nutrido de los que considera los cuatro filósofos de la conjunción (Spaemann, Polo, Millán-Puelles, y Jonas), pero también de muchos otros (Alejandro y Carlos Llano, Guitton, Thibon, Arana, Hadjadj, Morin, de Muralt, Ratzinger, Ricoeur, Choza, Alvira, Scheler, Von Hildebrand, Navas, B. Castilla, MacIntyre, etc.). Tiene el mérito de afrontar problemas contemporáneos que no suelen tratarse en textos de antropología filosófica, quizás por su carácter controvertido. Es notable el capítulo Psyque y cuerpo que aborda, entre otros, desde el profundo desgarro que supone la muerte hasta la revolución sexual y la anticoncepción a la luz de la antropología, identidad sexual y teoría del género, persona femenina y persona masculina. Asimismo, es brillante todo lo que expone en torno a la libertad.
Desde todo punto de vista, se trata de un texto muy bien escrito, accesible a un público amplio y muy esclarecedor en temas decisivos de la condición humana.