
Brillante monólogo, propio del estilo del autor, para introducir al lector en la primera guerra mundial, su origen, desarrollo y otros hechos que tuvieron lugar simultáneamente y finalizar presentando al causante directo de la misma. El relato es breve y puede ser criticado por su falta de concreción o por algún hecho que otro que no resultó ser tal como aquí se presenta. Pero es una visión brillante, rápida y amena, donde se pone de manifiesto una Europa enferma y tremendamente dividida.
Todo comenzó como respuesta al atentado de Sarajevo que, con retardo, puso en marcha la maquinaria bélica y a los “grandes pensadores” militares, Schlieffen, Jofré, Clausewitz o von Moltke. Fueron cuatro años de destrucción humana, social, arquitectónica y económica como nunca se había visto hasta entonces que cambió el orden mundial, con la caída de las grandes monarquías y el advenimiento de la revolución rusa. Sin olvidar el exterminio de los armenios.
Por primera vez se tomaron prisioneros como esclavos laborales para mantener la producción industrial y armamentística; se vieron los primeros campos de concentración; se desarrollaron las armas más mortíferas, manejadas a distancia, incluida la guerra química, que se cobraron la vida de diez millones de soldados. Sin olvidar, las heridas que dejó abiertas, imposible de cicatrizar, precisando una guerra todavía peor veinte años más tarde. El último capítulo es un salto acrobático para volver a los orígenes y presentar, con cierta ironía, por qué sucedieron estas cosas. Tal vez sea, como dice el autor una “historia (que) relato chapuceramente”, pero, sin lugar a duda, es una muestra inteligente, magníficamente escrita, de cómo sucedieron los hechos.