
Obra redactada no más allá de 1942 (a juzgar por las referencias inscritas en el texto), en el ámbito académico de la Universidad de St. Andrews (Escocia), donde trabajaba el autor. Parte de su contenido procede de conferencias de divulgación impartidas en diversos centros ingleses, algunas de ellas radiadas y otras en forma de colaboraciones de prensa. El autor se esfuerza por transmitir su entusiasmo científico y por simplificar la exposición, cosas que sólo consigue a medias, pues el humor al que se refiere en el título aparece pocas veces y su capacidad pedagógica es escasa. Las cien primeras páginas de esta aproximación a una “Historia de la Química” fracasan especialmente en su intento de hacer interesantes las vicisitudes de los primitivos alquimistas.
El libro está exento de errores ideológicos. Pese a las tensiones propias de la II Guerra Mundial en una disciplina –las ciencias químicas- que enfrentó directamente a las escuelas científicas inglesas (Oxford y Cambridge) y alemanas (Munich, Heidelberg, Berlin, Bonn y Gotinga), el autor refleja con equilibrio las contribuciones científicas de cada universidad a lo largo de los años.