
Guadalupe Ortiz de Landázuri fue una mujer que procuró buscar la santidad en medio del mundo, y muchos la consideran modelo por su forma de trabajar, cómo se entregaba a los demás en la amistad y el modo en que vivía, siempre llena de alegría. Era química de profesión –cuando eran pocas las mujeres que alcanzaban estos estudios universitarios– y en 1944 conoció a san Josemaría, que le abrió un panorama nuevo en su vida: que el trabajo bien hecho es lugar de encuentro con Cristo y servicio a los demás, y que podía difundir con su existencia este mensaje. A partir de entonces, con su propia iniciativa y confianza en Dios, trabajó con alegría –en España, México e Italia– en la investigación científica, la dirección de centros universitarios, los trabajos del hogar y la promoción de iniciativas de solidaridad.