La vida de Casandra es casi perfecta hasta el día en que sufre un extraño accidente de tráfico que la deja en coma. A las pocas semanas, y tras una recuperación milagrosa, Casandra descubre que todo su mundo ha cambiado por completo: alguien ha empezado a acechar su casa y a su familia, y además sufre una secuela inquietante que no puede controlar.
Como en otras novelas, el autor mezcla realidad con personajes más allá de lo natural, que en este caso son principio del bien y del mal, como si fueran ángeles y demonios en lucha desde el inicio de la humanidad. Aunque no cita el pensamiento cristiano, no lo excluye, por lo que puede interpretarse como una correcta fábula de la realidad, bien llevada como ficción y de algún modo correcta. Resuelve con mucha elegancia una crisis matrimonial haciendo ver que el amor supera cualquier dificultad. Mantiene la tensión durante la narración.