
Leer a Antonio Colinas nos enriquece, por la calidad de sus poemas, por la coherencia del conjunto de su obra poética, con la que sigue indagando en la búsqueda constante del sentido, de la recuperación de lo sagrado, de las ansias de eternidad y de trascendencia, del amor profundo. Hay varias líneas, la biográfica, con regreso al pasado (paisajes del Bierzo, recuerdos de sucesos destacados de su infancia y juventud, de los años en que ha vivido en Ibiza...); las referencias al presente; y las relacionadas con su formación intelectual, con menciones de otros poetas y escritores, así como de músicos y pintores, y a la mística, sobre todo a Santa Teresa, pero también a la espiritualidad oriental, que conoce bien, y al encuentro con la naturaleza tanto macro como microcósmica... El contraste es fuerte con el materialismo superficial imperante y con la vida desasosegada de tanta gente, pero se trata de una invitación a la reflexión, a la contemplación, al sosiego, que nos abre a lo más alto y a la esperanza.