
Este libro escrito en la década de 1950 no ha perdido actualidad con el paso del tiempo. Es una exhortación vibrante, dirigida a todo tipo de públicos, especialmente a gente joven, a considerar la perfección humana como parte constitutiva de la vida cristiana, a imagen de Cristo. Muestra, a través de ejemplos concretos y cercanos, la necesidad que tiene todo cristiano de la lucha interior para adquirir las virtudes humanas, por amor a Dios. Se apoya en los escritos de la tradición de la Iglesia y en la de algunos santos, especialmente en las enseñanzas de san Josemaría. Tiene páginas antológicas sobre la lealtad, el trabajo, la valentía, la sinceridad, la alegría, la generosidad, el apostolado y la unidad de vida. Remueve de la tibieza, pasividad, falta de carácter...