
En cierta forma esta novela pretende recorrer algo de la historia reciente de España valiéndose de la visión de Rufo, un joven cultivado e impaciente que procede de una familia tradicional catalana. El personaje carece de escrúpulos morales, sin llegar a ser un degenerado. No conforme con la España de Franco, Rufo huye a Nueva York en busca de mejores prespectivas. Sin embargo, lo que allí encuentra es también intrascendente y vulgar, y esto porque es él mismo quien carece de fines que buscar y se conforma con una existencia vacía, sin orientación alguna.
Eduardo Mendoza no salva a ninguno de los personajes que se cruzan en la vida del protagonista. Tampoco ninguna institución sale bien parada de la crítica mordaz del autor catalán. No corre mejor suerte un rey sin reino —cuya aparición es absurda y misteriosa— que recorre el mundo e interviene esporádicamente en la vida de Rufo. Personas e instituciones son vulgares, mentirosas e inauténticas. La novela rezuma cinismo.
Solo la rica cultura de su autor y su bien cuidado estilo salvan una novela por lo demás muy poco recomendable.