En los años de la Independencia Americana, las hostilidades entre la Corona Británica y los colonos ya asentados en el territorio de la actual Norteamérica también se desarrollaban en el mar, con todas las artimañas propias de los combates navales -por ejemplo, el cambio súbito de bandera, instantes antes de la primera andanada- y, a la vez, con la nobleza de aquellos tiempos en que los náufragos enemigos eran recogidos, alimentados y curados por quienes acababan de hundir el buque que les transportaba.
El presente diario se detiene -más que en combates navales- en los años de cautiverio de un marino yanqui en la prisión inglesa de Dartmoor, después de haber sido capturado en el golfo de México y esperar más de un año en las Islas Barbados -a la sazón, territorio inglés- a ser transportado a las Islas Británicas. Las costumbres de aquella época (la vida diaria, los esclavos, los alimentos, el régimen penitenciario, etc.), tanto en el Caribe como en Inglaterra (Princetown, 1925), son el aspecto más interesante de este relato, escrito con la difícil facilidad de un clásico en la Historia de la Literatura.