Natalia Levi, conocida como Ginzburg por el apellido de su marido, es una de las escritoras italianas más reconocidas del siglo XX. Su literatura tiene una fuerte carga social, no en vano sufrió exilio acompañando a su marido, a causa de sus ideas antifascistas y comunistas, ligadas a la editorial Einaudi de Turín, durante el fascismo de Mussolini.
En este pequeño libro se recogen cuatro relatos, el más largo es también el más interesante, “El camino que va a la ciudad”, primera novela de la autora, donde relata la vida de una familia paupérrima en un villorrio italiano, durante los años cuarenta. Las ansias de los hijos por salir de la pobreza e integrarse, al precio que sea, en una sociedad urbana, más moderna y actualizada, rebajan sus principios morales, ayudado por la incultura y el hambre. Natalia Ginzburg conoció este ambiente durante su exilio en Pizzoli, un pequeño pueblo de los Abruzos, donde permaneció hasta 1943, y lo describe como si fuera el guión de una película neorrealista.
Los tres cortos relatos restantes, “Una casa en la playa”, “Mi marido” y “Una ausencia”, tienen como tema central el matrimonio. El matrimonio visto como un sinsentido, donde hombre y mujer se unen para conseguir una posición social y ofrecer una imagen de normalidad, viviendo cada uno su vida y sus infidelidades. La autora, con la amargura que le caracteriza, quiere presentar el matrimonio como un formalismo, una fachada frente a la sociedad, una hipocresía.