
Aquel inolvidable viernes santo de 2005 en el Coliseo el entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe reza este Vía Crucis que San Juan Pablo II pudo seguir desde su capilla privada en el Vaticano unos días antes de morir. El tema central lo indica Ratzinger desde el inicio y al final en la XIV estación. El grano de trigo que cae en tierra y muere para dar mucho fruto. Es una interpretación de la pasión, muerte y resurrección en clave eucarística. Cristo ha transformado su camino a la Cruz en una forma de vida para nosotros. Nos muestra un Dios que padece los sufrimientos de los hombres y cuyo amor no permanece impasible y alejado, sino que viene a estar con nosotros, hasta su muerte en la Cruz. Nos hace la invitación de cambiar nuestros sufrimientos en comunión con Cristo para que sean un acto de resurrección.