
En palabras del autor esta obra constituye el vértice de su investigación filosófica. Polo hace una ampliación de los trascendentales metafísicos al ser personal. Arranca de la distinción real entre ser y esencia que es uno de los mayores descubrimientos de santo Tomás de Aquino. Se trata de una propuesta, por tanto, hay libertad de aceptarla o no. Se ve claro que es muy oportuna esta ampliación, pero no imprescindible. Es una continuación de la filosofía clásica, por medio de sacar a la luz lo que la filosofía moderna ha estudiado, corrigiéndolo. Es filosofar teniendo en cuenta la altura histórica, en la que hay un interés mayor por temas antropológicos y se subraya la importancia del sujeto. La filosofía moderna ha intentado formular los trascendentales antropológicos, pero no lo ha logrado porque identifica sujeto con objetividad pensada -es la pretensión de sí-.
El método que utiliza es la tercera dimensión del abandono del límite mental, por medio del cual se alcanzan los temas más altos. La antropología trascendental afirma que el hombre es persona. Ser persona significa ser alguien. El ser humano es creado como relación libre, amorosa, cognoscitiva y coexistente con su Creador personal. Se destina a la relación amorosa con el Dios personal. Ser persona significa ser relación donal en el orden de Dios. La metafísica no es suficiente para alcanzar al ser personal. La disciplina filosófica idónea para investigar el acto de ser humano es la antropología trascendental. Su método es el hábito de la sabiduría que alcanza el acto de ser de la persona. Es superior a la metafísica pues el acto de ser espiritual es superior ontológicamente al acto de ser cósmico, principal, necesario, no espiritual.
La persona humana no tiene carácter de unidad, sino de además. Es además (un adverbio) del Hijo de Dios. También es además de su esencia y además de su método de alcanzarse. Estos son los sentidos del además como tema. El además como método es el hábito de sabiduría. Con este hábito nos alcanzamos como personas, nos sabemos cómo alguien.
En la realidad personal alcanzamos sus propios trascendentales: el co-ser o la co-existencia, el intelecto personal, el amar donal y la libertad trascendental. Lo trascendental significa apertura. Los trascendentales personales son ampliados por dentro.
La persona humana es intimidad. No es un ser acabado, ni aislado, ni absurdo, sino que encuentra su plenitud en la Réplica personal, por eso es llamada también ser segundo. La persona humana descubre libremente que carece de réplica pero no definitivamente. La intimidad se abre en la búsqueda de la réplica: se trata de la apertura interior de la dualidad co-existencia- libertad.
La búsqueda personal de la réplica corre a cargo de los trascendentales continuativos: el intelecto personal y el amar donal. Es la apertura hacia dentro. El segundo trascendental personal es la libertad. Es abierta al Trascendente, es infinita, ilimitada en Él, no acabada. La libertad personal es el desaferramiento de la presencia mental: es el abandono del límite mental. La libertad como método es la libertad nativa y la libertad como tema es la libertad de destinación. La libertad es un comienzo novedoso. Es dependencia radical respecto de Dios y esta es la ganancia radical de la persona humana.
El tercer trascendental personal es el núcleo del saber, la transparencia intelectual o el intelecto personal. Es transparencia trascendental porque recibe su luz como don del Trascendente. Es orientado en búsqueda hacia Dios.
El cuarto trascendental es el amar donal: dar es la actividad trascendental por antonomasia. Toda actividad donal es triádica, la constituyen tres miembros: la persona que otorga el regalo (el otorgar), la persona que lo acoge (el acoger) y el regalo (el don). Los dos primeros miembros siempre son personales. El don es infra-trascendental y siempre tiene cierta manifestación material, cuando la persona que regala es humana. Aceptar no es menos que dar pues lo primero en la persona humana es aceptar al propio Creador, debido a su carácter de criatura. La persona necesita de su esencia para completar la estructura donal. El don humano no pertenece al orden trascendental, sino que está en el nivel esencial.
El co-acto de ser personal es una existencia elevada; esta elevación creacional no es la única elevación del ser humano. La elevación como relación en orden del Origen ha de distinguirse de la elevación sobrenatural que es su crecimiento o intensificación. La antropología trascendental es un teandrismo: la persona humana solo se puede comprender en tanto que es relación en orden al Dios personal. En Dios la persona es elevada y hasta divinizada.
Esta magnífica obra es difícil de entender, en ocasiones hay párrafos crípticos que requieren detenerse y pensar despacio una y otra vez. No es para principiantes. Los que no están familiarizados con la filosofía poliana requieren una introducción previa para adentrarse en ella. Por ejemplo, alguno de los ensayos de los discípulos de Polo que se proponen hacerlo asequible, como el Manual de Antropología de Sellés, o el libro del mismo autor, más desarrollado, Antropología de la intimidad. Hay términos que Polo acuña y que no se captan si no se ha estudiado antes su pensamiento. Con estas salvedades se puede afirmar que es un descubrimiento extraordinario para penetrar en la hondura de la persona humana y quizá dentro de muchos años y el trabajo de toda la comunidad poliana para traducir sus escritos y darlo a conocer se reconozca la genialidad del autor en el entero mundo filosófico.