
Karmele Jaio Eiguren (Vitoria-Gasteiz, 1970) tiene un modo de escribir atractivo, intimista y ágil, que sabe penetrar en la psicología de sus personajes, aunque no siempre las historias que cuenta merezcan la pena ser contadas. En su última novela (Amor capital), aborda el amor humano desde una visión muy deformada y negativa; desde una perspectiva en la que lo más importante se reduciría al sexo y al mundo de las emociones; se debería vivir como un "juego", pues si se tomara en serio conduciría al sufrimiento, y a la infelicidad.
La editorial indica, en la contraportada, que: "Martín acaba de morir. En el funeral, Olga, su amante hasta un año antes, le habla desde un banco de la iglesia. Durante la ceremonia, recuerda cómo su relación se convirtió para ella en algo obsesivo y cómo se derrumbó el día que Martín decidió no verla más. Olga empieza a reconocer su dependencia emocional hacía él, a la vez que intenta descubrir las razones que han podido provocar su muerte."
Tanto Martín como Olga están casados, aunque sólo Martín tiene hijos. Olga es la narradora y la protagonista principal; también, son importantes dos mujeres que influirán bastante en su evolución emocional. Una es su joven alumna Laia, que desea que Olga, su profesora, le dirija la tesis doctoral, precisamente sobre el amor, en la línea de ofrecer un análisis de la injusticia del amor, tal como se enseña habitualmente a las mujeres. La otra es su amiga Bakarne, que también tiene ideas al respecto.Le dirá que "me casé enamorada, pero, ya sabes, la pasión va desapareciendo con el tiempo".
Tanto Olga como Bakarne quieren ayudar a Laia a redactar su trabajo doctoral. En sus conversaciones irán saliendo a relucir sus respectivos traumas amorosos, manifestando su pobre concepción del amor. Sus divagaciones no trascienden nunca el ámbito sexual y sentimental; no se contempla el amor como lo que da sentido a la vida, como donación, como algo que requiere, también, sacrificio. Todo son experiencias fugaces. En definitiva, la novela no tiene nada que aportar. Además, la escritora incluye, a lo largo de la narración, numerosas escenas, más o menos extensas, de contenido erótico explícito. Tanto por su contenido, como por los aspectos formales, la novela resulta desaconsejable.