
El psicólogo y psiquiatra Fernando Sarrais no ofrece tanto una tabla de salvación en el naufragio como algunas claves para aprender a navegar de forma plácida y segura por el mar de la vida. El autor repasa los aspectos cotidianos de la vida, sus quehaceres, el escenario habitual donde se mueve el hombre actual, en un estado mental que oscila entre dos polos: el negativo o “mente cero” y el positivo o “mente diez”. La persona fluctúa de uno a otro en función de las emociones y sentimientos que le hacen sufrir, le llevan a comportarse mal o, por el contrario, despiertan una afectividad que, bien encauzada, hace que sienta bien y le impulsa hacia la paz interior y la alegría. El libro contiene algunos consejos para cultivar una “mente diez” sana y madura, equilibrando razón, voluntad y afectividad, con estrategias sencillas y fáciles de comprender. Se trata de vivir y de enseñar a vivir como hombres libres y buenos que pueden conseguir una vida feliz, sabiendo que “cuesta mucho más esfuerzo y sufrimiento rectificar que aprender a hacer las cosas bien desde el principio”.
Romper por romper provoca destrozos que no siempre se pueden recomponer, y cada vez hay más señales —y más evidentes— de que la salud mental del hombre occidental muestra sufrimiento y desgarro. Es frecuente un desarraigo cada vez más lacerante de los valores religiosos y culturales. El alcohol, las drogas, la sexualidad y las adicciones de todo tipo —nuevas tecnologías, deporte, pornografía o el excesivo cuidado del cuerpo—, que en su momento fueron presentadas como mecanismos de liberación, han llevado a comportamientos psicopáticos y a estados de depresión generalizados. Este fenómeno se produce, tristemente, desde edades cada vez más tempranas. Los fenómenos de la violencia familiar, el fanatismo ideológico, el mobbing o el bullying no dejan de ser una clara muestra de que hay algo que no funciona en las relaciones humanas.
Fernando Sarrais sigue la línea de publicaciones recientes, como las de Peterson y Pinker, para hacer ver la experiencia de la humanidad y la importancia de los valores que siempre han ayudado. Dirigirse hacia el polo positivo, “mente diez”, requiere trabajo, pero también hay que saber y seguir unas reglas, apoyadas en el bagaje histórico y cultural de la sociedad, que a veces se olvida o no se quiere ver. Conviene reflexionar sobre el amor incondicional a uno mismo, pero sin egoísmo, y recuperar la pasión por la verdad y la contemplación, y acostumbrarse a pensar, destapando y escuchando la conciencia. Ese diálogo tranquilo con uno mismo contribuye al desarrollo de la personalidad. Hay que aprender a vivir y cuidar el presente, sin apoyarse ni exigir los sueños. Para ello es preciso vigilar los sentimientos y evitar el capricho de necesitar lo que se quiere.